miércoles, 2 de julio de 2008
Sabor a café de Colombia
He estado en Colombia. En Bogotá se celebraba la primera Campus Party (CP) de Colombia, al tiempo que se había inaugurado un nuevo cable submarino que ampliaba la capacidad de acceso a Internet del país en un 40% y alguien tuvo la feliz idea, para mi, de incluir en la CP una charla histórica sobre el primer cable submarino entre Europa y América, el de 1858, combinada con una charla sobre el nuevo cable. Por eso estuve allí, para hacer la mitad de una charla. Una magnífica oportunidad.
Latinoamérica nunca te deja indiferente. Ves pobreza, pero al mismo tiempo la lucha por mejorar. Colombia, Bogotá me dió esa sensación. Un país que siente que está saliendo de una mala época, de una guerra absurda y que parecía no tener final, en medio de una gran violencia que empieza a encauzarse. Todavía las noticias de la televisión eran aterradoras para un occidental del mundo rico, pues hablaban de niños secuestrados, derrumbes de tierras y de ataques de las FARC, pero al mismo tiempo te enterabas que las familias colombianas de clase media dedican casi el 30% de sus ingresos a la educación de sus hijos, en colegios blilingües, privados, etc, dándoles la oportunidad de mejorar en la siguiente generación. Lo mismo que yo recordaba de España en mi infancia, la idea de mis padres y de toda su generación. La educación mejoraría nuestras vidas y era la vía para crecer Hoy las cosas no son así en la España de la abundancia, pero sí lo son en Colombia. Hay optimismo. En una de esas listas que circulan de tiempo en tiempo en los medios aparecía Colombia en un estudio entre los tres países en los que la gente se siente más feliz. No he estudiado ni la metodología ni las razones de este puesto, pero sí que podría entenderlo.
Tienen confianza en el futuro, su economía mejora a un ritmo del 5% anual, los coches en la calle son nuevos, coches indios, chinos, coreanos pero nuevos. Sólo los autobuses, los colectivos, eran muy viejos, en realidad se caían a trozos. Estuve tan poco tiempo que nunca me pude librar del temor a la inseguridad, pero en realidad no tuve ninguna experiencia insegura ni la vi de lejos. Hay muchas medidas de seguridad en todas las tiendas, hoteles (en el mío hasta pasaban un perro a los coches que entraban), el aeropuerto es una pesadilla de registros y controles. Cuando estaba escribiendo esto sonó el móvil y la noticia era que Ingrid Betancourt y otros catorce rehenes habían sido liberados.
En la CP otra sorpresa. Unos 2000 jovenes acudían con gran interés a todo tipo de charlas, fuesen o no aburridas (incluyendo la nuestra), nadie se movía de su sitio hasta el final y participaban con preguntas. Si pienso en una charla en una CP en España veo que rápidamente si la charla les aburre los jovenes se levantan y se van sin ninguna consideración ni para el conferenciante ni para el resto. Todo les es debido. Por eso los libros de comunicación en el Occidente rico cargan todo el esfuerzo en el ponente y casi nada en el oyente. El ponente ha de pensar en todo, en lo que necesitan los que escuchan, en su motivación, en los chistes, el ritmo, etc, el oyente sólo ha de poner su trasero en la silla y si a los 15 segundos o al minuto no le ha interesado se cambia de charla, como de web. Es la economía de la atención que se dá cuando hay tanto de todo al alcance de la mano que uno no sabe a qué acudir. En Colombia funcionaba de otro modo, como antiguamente, el oyente ponía el esfuerzo de aprender, de sacar algo de cualquier charla, tenía hambre de nuevas ideas y no tenía tantas oportunidades. Daba gusto verlo, os lo aseguro.
A la vuelta a España las discusiones sobre la crisis, la desaceleración, la discusión sobre si creceríamos un 1% en vez de un 3% me sonaba a discusiones de ricos. En ningún momento se hablaba de las palancas de un gran cambio social y económico, como mejorar el sistema educativo o ser más productivos en el trabajo. No, de lo que se hablaba es de los que no podrán ir este año de vacaciones y de si gastaremos más o menos en estas rebajas y si usaremos menos el coche. De nuevo reflexiones de ricos. El mundo es muy grande pero tengo la impresión de que en Europa estamos perdiendo el foco de lo importante mientras el mundo está cambiando sin esperarnos y como decía alguien hoy en un artículo en la prensa la materia prima más escasa ya no es el petroleo, pese a que su precio pueda contradecir esto, sino el talento y este se desarrolla, no me cabe la menor duda, con esfuerzo.
Como reflexiones y primeras impresiones quería dejar esto escrito antes de que España me absorba de nuevo y empiece a ver como normal discutir todo el día de qué bando político es un concejal o un consejero autonómico.
Y por acabar me gustaría preguntar a quién lo sepa ¿por qué demonios torrefactamos el café si natural como en Colombia sabe tan bien?. Todavía tengo sabor a café de Colombia en la mente. Latinoamérica es una droga que cambia la visión de la realidad.
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5 comentarios:
Buen análisis...saludos
muchas gracias, he aprovechado para dar una vuelt por su blog y conocer mejor Bajadoz
Me ha gustado mucho su análisis de cómo se vive en Colombia, del interés de la gente joven por aprender, esa forma de escuchar respetuosa, humilde.
También que a los padres les interese tanto la educación de sus hijos.
Cuando se escuchan otro tipo de noticias, superficiales o terribles, es esperanzador saber también sobre otras perspectivas, sobre gente que quiere mejorar su situación con su esfuerzo y su sacrificio personal, independientemente de las alzas y bajas de los mercados internacionales, independientemente de lo que OTROS hagan por nosotros.
Al margen: no tenía ni idea de que los coches en Colombia son tan nuevos. No sé que porcentaje de la población podrá permitírselo.
Hola Pepe: ¡bienvenido a la blogosfera! Las entradas de tu blog hacen gala a su nombre: hacen pensar.
Por cierto: aquí torrefactamos el café, para que no se note que no es tan bueno como en Colombia, la pureza no es la misma.
Me da mucha alegría tu visita Norma. Es como encontrar a una amiga en otro país, inesperadamente mientras estás de viaje
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