
Esta entrada encontrada en Menéame reflexiona sobre unos datos básicos del consumo del cerebro humano en estado de reposo y con un actividad que exija una mínima concentración. El resultado es que el consumo se multiplica por 15 cuando pensamos inlcuso un poco y así, casi el 40% de la glucosa que metabolizamos la consume nuestro cerebro. En algún libro de divulgación leí que el cerebro desarrollado como el nuestro era un "lujo del cuerpo" y que ese enorme consumo hacía que el cuerpo no se pudiera permitir otro lujo, por eso (esto no gustará a los vegetarianos) un cerebro muy desarrollado solo podía sugir entre animales carnívoros. La razón es que los herbívoros tienen un sistema digestivo más complejo para transformar en porteinas su alimento, y ese sistema digestivo es su lujo que consume gran parte de su energía. Los carnívoros, al comer a los herviboros pueden ahorrarse ese lujo de sistema digestivo e invertir en la evolución en otro lujo, en el desarrollo del cerebro. El hombre es el último paso de este desarrollo (eso pese a que, como decía una noticia de hoy, que casi el 50% de los británicos no crean en la teoría de la evolución).
Pero hablando de pensar y de este juego entre la ciencia y las creencias que se da cuando se habla de evolución me trae a la cabeza el tema central de una obra de teatro excepcional que estará solo hasta fines de febrero en Madrid en el teatro Español, me refiero a "El encuentro entre Descartes con el joven Pascal" de Jean- Claude Brisville (sel mismo autor de "La cena" para los aficionados al teatro) y con dirección de Josep-Maria Flotats. Dos magníficos actores en el escenario, un diálogo inteligente y profundo, y divertido a ratos. Un personaje atractivo, Descartes, a sus 51 años, a punto de partir a Suecia para enseñar filosofía a la reina Cristina de Suecia (donde moriría a causa del frio). Un Descartes amante de la vida y de la ciencia frente a otro personaje, un joven Pascal que reniega de la ciencia, a la que había dedicado sus primeros años, para convertirse en el seguidor del abad de Ypres, una secta ultrareligiosa que ve faltas de fe por todas partes y en especial recela de los jesuitas. Un personaje que profundiza en una senda de fanatismo frente a un Descartes en su madurez que aprecia las alegrías que da la vida. Dos personas que hablan durante una hora pero que la final descubren que parten de puntos de vista tan distantes que desgraciadamente no tienen nada que decirse. Flotats es un lujo, construye un Descartes maravilloso y maduro. Me encantó. Una hora y diez minutos que recordaré siempre.
Pero hablando de pensar y de este juego entre la ciencia y las creencias que se da cuando se habla de evolución me trae a la cabeza el tema central de una obra de teatro excepcional que estará solo hasta fines de febrero en Madrid en el teatro Español, me refiero a "El encuentro entre Descartes con el joven Pascal" de Jean- Claude Brisville (sel mismo autor de "La cena" para los aficionados al teatro) y con dirección de Josep-Maria Flotats. Dos magníficos actores en el escenario, un diálogo inteligente y profundo, y divertido a ratos. Un personaje atractivo, Descartes, a sus 51 años, a punto de partir a Suecia para enseñar filosofía a la reina Cristina de Suecia (donde moriría a causa del frio). Un Descartes amante de la vida y de la ciencia frente a otro personaje, un joven Pascal que reniega de la ciencia, a la que había dedicado sus primeros años, para convertirse en el seguidor del abad de Ypres, una secta ultrareligiosa que ve faltas de fe por todas partes y en especial recela de los jesuitas. Un personaje que profundiza en una senda de fanatismo frente a un Descartes en su madurez que aprecia las alegrías que da la vida. Dos personas que hablan durante una hora pero que la final descubren que parten de puntos de vista tan distantes que desgraciadamente no tienen nada que decirse. Flotats es un lujo, construye un Descartes maravilloso y maduro. Me encantó. Una hora y diez minutos que recordaré siempre.